16 octubre, 2006

Ahora ya sé para que sirve el mundo
pero no os lo voy a decir.
Sé para que sirve Dios,
sé para que sirve el amor y el pelo,
y sé para que sirve el viento en la cara,
no importa,
seguiremos viviendo,
seguiremos estando a un minuto o dos o tres
millones de quilómetros de ninguna parte
en el centro geográfico del universo magnético,
en la esquina de un bolígrafo
en el reflejo, en el charco, en el banco,
en el mismo principio, en el mismo momento,
en donde nadie quiere estar,
en todo lo que no me quiero convertir:
A un minuto o des o tres millones de años-luz
de donde estaba antes,
hace nueve versos,
al principio de este poema.